El 28 de Marzo dimos inicio al viaje a Japón junto a los ganadores de nuestro pasado Concurso HUT YAKISUGI WoodArch, Aarón Salin e Ignacio Correa, en compañía de Guillermo Acuña, miembro del Jurado Nacional.
Partimos en Tokyo, durmiendo en cápsulas y comiendo en pequeños paradores de esquina, donde el foco estuvo en el movimiento metabolista, visitando obras de Kenzo Tange, Fumihiko Maki, Kazuo Shinohara, Yoshinobu Ashihara y Kiyonori Kikutake. El mayor impacto fue sin duda el Yoyogi National Stadium de Kenzo Tange, obra que siendo de los 60 está en plena vigencia; lo vimos colmado de niños y sus padres en animados torneos deportivos. En nuestro frenético recorrido por las calles de Tokyo nos paramos frente a la Skyhouse de Kikutake y apareció una mujer que nos invitó a visitar el taller del arquitecto, quien resultó ser su viuda, pudiendo adentrarnos en su imaginario a través de sus maquetas.
El último día en la mega urbe visitamos a Ryue Nishizawa, a quien pillamos lavando con balde y paños su clásico Alfa Romeo, quien nos habló del MA y las diversas maneras de aproximarse a su entendimiento. Encantador y muy sencillo, tenía maquetas empacadas para su próximo viaje internacional.
Ya saliendo de Tokyo nos detuvimos en el Enoura Observatory, una fundación de arte diseñada por Hiroshi Sugimoto en un promontorio encima del Pacífico en la localidad de Odawara, donde él venía de niño y se impactaba con la vastedad del Océano Pacífico. El lugar persigue conectarnos con lo esencial, con el mar de la manera que las personas de los primeros tiempos lo vivían y experimentaban.
Desde ese punto nos fuimos al Oeste para acercarnos al monte Fuji, que vimos desde distintos ángulos, donde nos alojamos en una tradicional casa rural japonesa al borde del lago Saiko, durmiendo sobre tatamis. Guillermo encargó a Ignacio y Aaron levantar todos los detalles de la casa, usando un pie de metro que llevaba consigo y las fieles croqueras que éstos portaban.
Llegamos a una lluviosa Kyoto, donde nos establecimos por una semana, caminando entre 10.000 y 20.000 pasos diarios visitando templos, casas de té y palacios, perdiéndonos en sus calles entre geishas y el pulular humano. Guillermo curó las visitas prefiriendo sabiamente sólo dos a tres hitos en el día y permitir que las caminatas nos trajeran sorpresas. Los puntos altos fueron el palacio imperial de Katsura y el jardín de 15 rocas del templo Ryōan-ji. Tuvimos la suerte de pillar los cerezos en plena floración, con sus flores nostálgicas cayendo sobre las calles y canales.
Los lugares más magnéticos de Japón están en las montañas nos dijeron – con 75% del territorio montañoso- y por ello elegimos la montaña sagrada de Koyasan, un lugar con 120 templos y 3.000 habitantes, 1.000 de ellos monjes, donde recorrimos en una visita nocturna con un monje el cementerio más grande Japón, que contiene 200.000 tumbas de quienes esperan resucitar junto a Kobo Daishi, quien en el año 800 trajo el budismo a esta zona por instrucciones del emperador y descansa en su mausoleo, según las creencias, en una meditación eterna.
Seguimos una ruta serpenteante hasta llegar a Kumano Kodo, un sendero de peregrinaje donde por 1.000 años desde el emperador y shogunes hasta los campesinos han transitado para conversar con sus muertos y revisar sus propias vidas en el trance del caminar pausado. Subimos miles de escalones rodeados de cedros centenarios hasta llegar al templo Kumano Nachi Taisha, donde escribimos nuestros deseos en tablillas de madera, pasando bajo el árbol de alcanfor de 850 años de edad para depositar la tablilla en un recipiente, en espera de ser quemada por los monjes y así permitir que nuestras peticiones se cumplan.
Nuestra siguiente parada era en Nagoya, para pasar un día con Tomoaki Uno, el arquitecto-constructor que con su trabajo simple y honesto rinde homenaje a la madera. Partimos con su instalación artística de unos trozos de cedros en una oficina, erguidos cual árboles, que reflejan su vivencia al caminar hacia el Ise Grand Shrine, el lugar más espiritual de Japón. Al preguntarle si esto era un bosque se alarmó y dijo que jamás osaría replicar la naturaleza. Seguimos el peregrinaje por sus casas, donde él tocaba la puerta y hablaba con el dueño/a para conseguir acceso. Ahí supimos que Uno realiza estas visitas periódicamente pues el garantiza sus casas de por vida, dando apoyo profesional gratuito a sus residentes, ayudándoles en cualquier detalle que se presente.
Bajamos a Kobe a visitar el Museo de Herramientas de Carpintería de Takenaka, un espacio que reúne más de 35.000 herramientas para trabajar la madera, así como el conocimiento de la carpintería japonesa. Un lugar excepcional para haberse quedado una semana entera.
El siguiente día era muy esperado por todos, pues visitaríamos un HUT de Yoshifumi Nakamura, el miembro internacional del concurso, motivo central del viaje de premiación. Llegamos a visitar el Yoshida HUT con un entourage de arquitectos de diversos lugares de Japón. Al llegar nos estaba esperando Nakamura sensei con su característica tranquilidad y sonrisa afable. Recorrimos la casa y Nakamura nos fue explicando todos los ingenios que concibió para lograr que la casa sea Off the Grid, así como los detalles interiores que la hacen tan acogedora. La visita culminó con un almuerzo de campo brindado por el señor Yoshida en su casa principal, a 10 minutos del HUT, con manjares locales y la exquisita atención de su esposa e hijas.
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Pronto lanzaremos un Cuaderno de Viaje para difundir la valiosa experiencia en Japón con la comunidad de arquitectos/as de Chile.